DÍA UNO

Llevo algo más de una hora y media en casa, porque la hora de salida ronda las 17:00h y la de entrada las 08:00h, lo cual me da un margen de una horita para comer. Si, señoras y señores, las cuentas salen perfectamente, 40 horas a la semana de lunes a viernes, un sueño ya cumplido. De hecho igual es aún mejor, porque me han insinuado que tendré las tardes del viernes para tocarme las bowlings, pero esto ya tendremos que confirmarlo cuando llegue dicho día.

El trabajo en si no es difícil, se trata de hacer cumplir el Plan de Seguridad a los trabajadores, por medio de la persuasión y el diálogo, si esto falla se puede recurrir a la amenaza y aún así nos quedaría el remedio de la sanción, pero a esto casi nunca se llega porque yo, al igual que ellos, soy un currante, es decir, me pagan, y por solidaridad obrera se llega a un rápido entendimiento; por otra parte, al ser la mayoría obreros cualificados no hace falta que tenga que decirles nada, saben cual es su papel en la prevención y esto mola, aunque trae la desventaja de tener que hacer algo, es decir, combatir el aburrimiento.

Para ello puedo pasar el rato aprendiendo complejos sistemas de tratamiento de aguas, transformaciones químicas del proceso de producción, técnicas de construcción o incluso entablar conversaciones más o menos trascendentales (calculen) con aquellos a los que trato de proteger.

Esta experiencia me va a gustar, me va a venir de perlas para empezar a sustituir roña en mi curriculum y me va a permitir dar mi primer paso en este apasionante mundo.

Hablando de pasos, lo peor, sin duda, es volver a acostumbrarme a estar ocho horas al día con botas de seguridad, mis pobrecitos pies hoy dan fe de ello, y por otro lado, la peste a dióxido de azufre la llevo pegada a la ropa, al paladar y a la pituitaria, supongo que al final, como cualquier torrelaveguense me acostumbraré a ello, aunque eso no quita para que hoy sea un día duro.

Y sin embargo, ¡¡mola!!.

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