Yo no se cual será la razón por la que hoy me he despertado y levantado recordando algo que me ocurrió a mediados del año pasado, algo que paso a relataros para poneros en antecedentes:
Me encontraba yo en el bar de costumbre tomando mi acostumbrado café y leyendo mi libro de rigor, cuando de repente suena la acostumbrada canción de Joaquín Sabina; algo se debió "leer" en mi cara cuando, sin saber el momento exacto en que empezó, ni mucho menos el cómo, la discusión sobre el tío este terminó de la manera más ruda y vulgar posible.
Mi aseveración: "es que no me gusta nada Sabina", fue respondida por el exabrupto: "será mejor la puta mierda esa que tu escuchas" .... lógicamente tamaña tontería no merecía seguir con la conversación, habida cuenta de la nula capacidad interpretativa de mi interlocutor, por tanto volví al libro como si nada hubiera ocurrido. Y es que el tiempo me ha enseñado a no perderlo en conversaciones sin argumentos, ya sean propios o, con mayor razón, ajenos.
Esa falta de consideración hacia lo que pueda gustarme o dejar de hacerlo, hacia lo que yo piense, hacia lo que yo quiera, con el argumento tan español de "mis cojones treinta y tres" yo lo encasillo en una falta de madurez, sobre todo emocional, porque no se tiene constancia de el otro como ser pensante. Siempre he dicho que uno de los momentos más traumáticos en el paso de la niñez a la madurez es cuando descubrimos que los demás no son yo, que tienen sus propias querencias y disgustos, y por tanto si hay alguien que no advierte esto, a pesar de lo que rece su fecha de nacimiento, es que no merece entablar una conversación más o menos trascendental con él o ella, porque siempre se terminará todo con el consabido "no tienes ni puta idea".
Y todo esto lo recuerdo hoy, al despertar, supongo que mi incosciente habrá trabajado en alguna de las fases del sueño, se habrá recolocado y reiniciado, porque de otra manera no conseguiría entender el porqué. Aunque, ahora que lo pienso mientras escribo, no necesito entenderlo porque a ningún lugar me llevaría, sería emplear muy mal mi tiempo.
Me encontraba yo en el bar de costumbre tomando mi acostumbrado café y leyendo mi libro de rigor, cuando de repente suena la acostumbrada canción de Joaquín Sabina; algo se debió "leer" en mi cara cuando, sin saber el momento exacto en que empezó, ni mucho menos el cómo, la discusión sobre el tío este terminó de la manera más ruda y vulgar posible.
Mi aseveración: "es que no me gusta nada Sabina", fue respondida por el exabrupto: "será mejor la puta mierda esa que tu escuchas" .... lógicamente tamaña tontería no merecía seguir con la conversación, habida cuenta de la nula capacidad interpretativa de mi interlocutor, por tanto volví al libro como si nada hubiera ocurrido. Y es que el tiempo me ha enseñado a no perderlo en conversaciones sin argumentos, ya sean propios o, con mayor razón, ajenos.
Esa falta de consideración hacia lo que pueda gustarme o dejar de hacerlo, hacia lo que yo piense, hacia lo que yo quiera, con el argumento tan español de "mis cojones treinta y tres" yo lo encasillo en una falta de madurez, sobre todo emocional, porque no se tiene constancia de el otro como ser pensante. Siempre he dicho que uno de los momentos más traumáticos en el paso de la niñez a la madurez es cuando descubrimos que los demás no son yo, que tienen sus propias querencias y disgustos, y por tanto si hay alguien que no advierte esto, a pesar de lo que rece su fecha de nacimiento, es que no merece entablar una conversación más o menos trascendental con él o ella, porque siempre se terminará todo con el consabido "no tienes ni puta idea".
Y todo esto lo recuerdo hoy, al despertar, supongo que mi incosciente habrá trabajado en alguna de las fases del sueño, se habrá recolocado y reiniciado, porque de otra manera no conseguiría entender el porqué. Aunque, ahora que lo pienso mientras escribo, no necesito entenderlo porque a ningún lugar me llevaría, sería emplear muy mal mi tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario