No se hasta que punto me compensará agarrarme los cabreos que me agarro con mis adorados compañeros de clase apenas cinco minutos después de entrar a clase, y así día tras día. No se si eso será beneficioso para mi (en ocasiones) frágil ecosistema interno, pero de momento lo llevo bastante bien.
Quizá deba perder un poco de tiempo intentando encontrar una solución; aunque se que no voy a clase a hacer amigos ni a un concurso de popularidad tampoco concibo una convivencia obligada como un continuo cara de perro; pero también se que en caso de guerra hay dos opciones: o bien hay un vencedor y un perdedor, o bien se negocia una salida beneficiosa para ambas partes.
Este año, que se presupone el último, lleva camino de convertirse en un pequeño infierno pasajero donde la paciencia comienza a ser un recurso más escaso que el deuterio. Seis meses pasan volando y espero no equivocarme pero parece que la fama de borde y malaostia no me la voy a quitar de encima ... aunque eso sólo es entre ellos (VIP) jejejeje.
Si la necesidad apremia será una simple cuestión de supervivencia y de eso creo que tengo bastante más experiencia que todos ellos juntos, por lo que llevo las de ganar; también me se bastante más inteligente que muchos (por no decir todos) de ellos y conocedor a estas alturas tanto de sus puntos débiles (y los míos) como de las teclas a tocar para hacer el mayor daño posible con el mínimo esfuerzo.
Paciencia, paciencia, esa es la palabra del año ... pero llega un momento en que esta se agota y hay que pasar a la defensa o al ataque, la mía está apunto de desbordarse y con mi camino ya bien andado se que no sentiré ningún reparo a la hora de soltar la rabia acumulada.
Pero esto es, como bien dice el título, postergable, una estúpida reflexión de sobremesa cuyo único propósito ha sido sacarlo de la cabeza antes de pillar los libros, los apuntes y la conexión a internet y empezar a preparar el primer examen de este año. El resultado el jueves a eso de las 8:15.
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