El gran adivino Espurina se cruzó con Julio César en el foro y le advirtió:
- "César, cuidate de los Idus de marzo"
Su mujer, Calpurnia, soñó esa misma noche que César iba a ser asesinado al día siguiente, y trató de convencerle para que no asistiera a la Curia Pompeyana.
Sin embargo, César, prescindiendo de sus lictores, quiénes le protegían, marchó hacia el Senado, y cruzándose de nuevo con el adivino le espetó con gran ironía:
- "Ya han llegado los Idus de marzo, ¡y sigo vivo!".
- "Si, pero aún no han acabado" - contestó el adivino.
Poco tiempo después el cuerpo de César, cosido a puñaladas, yacía a los pies de la estatua de Pompeyo Magno.
Y sin embargo se sabe que las fechas de los Idus eran idóneas para los buenos augurios; en poco menos de un mes ya les tenemos aquí, con nosotros, y sólo espero que el duro trabajo previo que he tenido que realizar me sirva para que esta vez vengan más halagüeños que nunca, más que nada porque creo que ya toca, ¡cojones!.
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