PEQUEÑAS GRANDES MARAVILLAS

El viernes cuando volví a casa después de degustar unas cervecinas con los colegas, me disponía a poner las cosas en orden en los juegos online que sigo, cuando de repente, la pantalla no respondía, el arranque del monitor no pasaba de un mero intento continuo, plif-plaf ... negro, plif-plaf ... negro.

Mi TFT está kaput, afortunadamente está en garantía y no será más que un pequeño trámite y mientras tanto tengo monitor de reserva, mi primigenio VGA de 14 pulgadas, un auténtico destructor de los conos y bastones intraoculares. Adivinareis que durante este tiempo apenas estaré delante del ordenador, en casa, no estoy por la labor de quedarme como Serafín Zubiri, más que nada porque mi voz no es tan aterciopelada como la suya y dudo que pueda ganarme la vida como cantante, por no hablar de que de compositor no tengo ni la más reputa idea.

Me ha comentado Miliuco que seguramente será un diminuto condensador lo que se ha jodido en el TFT, ya veis, lo más insignificante de toda una maquinaria echa por tierra los altos logros que se puedan conseguir con el desarrollo. Es como aquella vez que volviendo de Plasencia se me jodió el coche, me quedé sin cambio de marchas, la culpa fue de una tuerca que costaba 43 céntimos, se soltó y siguió su viaje en plan independiente; mis acompañantes y yo nos quedamos en tierra, el seguro me puso un taxi desde Salamanca hasta Santander, mi coche regresó en grúa hasta el concesionario, dos semanas más tarde me lo devolvieron, el total fue de casi 600 euros, la maldita tuerca al soltarse había dañado los diferenciales del cambio, y entre eso, la mano de obra, los aceites y demás la ostia fue de suma importancia.

No descuideis lo pequeño, su importancia puede llegar a ser vital.

Ale, hasta más ver, pequeños procrastinadores.

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