GÜELITO

Hoy he ido a visitar a mi güelo, hacía tiempo que no le iba a ver y cuando he llegado se que se ha alegrado bastante, ¡ya era hora!.

Hemos estado charlando un ratuco, recordando cuando de niños nos reunía a todos los primos y nos imponía orden, manteniéndonos alejados de nuestros padres para que no diéramos demasiado la vara, fue muy listo en esa época; nos enseñó a respetar a los mayores por medio de juegos. Los primos mayores (yo soy el tercero de casi veinte) teníamos un rango mayor que los menores y, como en el ejército, ellos debían obedecernos, pero claro, él siempre era el general y mandaba más que nadie, jugando, siempre jugando.

También hemos hablado de cuando íbamos a la playa, cerca de donde vive ahora, como nos recogía a mis hermanos y a mí y no volvíamos a casa hasta que mi madre no estuviera, era quien nos cuidaba, junto a mi güela mientras mis padres trabajaban en verano. Nos enseñó a pescar y a coger lapas y navajas, ¡anda que no era listo!, a él le encantaban, y nosotros encantados de meternos entre rocas, siempre jugando.

Ya casi a punto de irme, me ha preguntado que qué tal me iban las cosas, yo, claro, no he podido mentirle, me conoce muy bien, desde hace muchos años, prácticamente me ha criado, y he tenido que reconocerle que no muy bien. Metidos en materia y al contarle entresijos que nadie más sabe, me ha dicho una sola palabra: decisión, Ángel, decisión.

Mi güelo es muy listo, como todos los güelos, pero él tiene algo que le diferencia de los demás, él es directo, nunca le gustó andarse por las ramas, y estoy convencido de que su consejo es el que debo seguir, y es lo que debo hacer.

Mi güelo, güelito, como le llamaba de niño.


Murió hace diez años ya, pero sigue siendo el número uno.

Te quiero güelito.

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