Fue allá a mediados de los 80, acabando la EGB, cuando me empecé a interesar, sin saber muy bien como, en aquello que mis profesores relacionaban con el diablo. Tuve la desgracia de estudiar en un colegio donde la religión era uno de los máximos baluartes para "formar" al alumnado y el hecho de que empezara a leer sobre el comunismo, cuando aún existía eso de la guerra fría y la transición no se había asentado, me podía haber traido algún que otro problema; pero no los tuve, quizá por golpes de suerte, y acabada la EGB, pasé un verano de tertulias y lecturas con el denominador común de izquierda. Conocí a un chavalote (DEP "Ruso") que me sirvió de guía en el duro camino del aprendizaje político y que a la larga fue mi "ciceronne" en la carrera política que viví años después.
Estamos hablando de la convulsa época de la reconversión industrial auspiciada por un gobierno socialista que muchos creíamos (y creemos) traidor a una inmensa y empobrecida clase obrera que de golpe y porrazo se veía en la calle con cuatro perras, hablamos del momento de la primera reforma educativa (la LODE), de las exigencias europeas para entrar a formar parte de su Mercado Común, de los primeros recortes productivos ... de un montón de cosas que veinte años después se convierten en lo que tenemos, para bien o para mal, y eso, en la mente de un muchacho adolescente como yo, inquieto culturalmente, era lógico que calara.
Entré a formar parte de las JCR (Juventudes Comunistas Revolucionarias) en 1986, año en el que tuvieron lugar una serie de revueltas estudiantiles que fueron el germen de lo que hoy se conoce como Sindicato de Estudiantes ... y como buen revolucionario, ahí estaba, en primera linea de combate ... asambleas, mítines, conciencia de clase ... hasta que con mi mayoría de edad recién estrenada, en 1990, me involucré mucho más.
Caía el bloque comunista de Europa del Este, llegaban las televisiones privadas, la Expo y las Olimpíadas ... pequeño descontento que se transformó en gran desastre dos años después, aunque yo ya no estaba personalmente involucrado, sufrí un gran crisis de identidad al darme cuenta de que pesaban mucho más las palabras, los eslóganes, las frases rimbombantes, que la verdadera acción de izquierda (lo mismo que dijera George Orwell cuando escribió de su aventura en la guerra civil), se buscaba el poder interno mediante el discurso y se olvidaba el espíritu revolucionario, así que ... me fui.
Sin embargo, demócrata que soy, he seguido siendo un radical izquierdoso, mi voto siempre ha tenido un color rojo, salvo en las municipales del 2003 que no pude ejercer mi derecho por encontrarme de viaje y no funcionar eso del voto por correo ...
Siempre he creido en la utilidad de mi voto, en que ejercerlo me daba derecho a criticar, derecho moral porque nunca han ganado los míos jejeje, y ahora, veinte años después de mi iniciación en la apasionante aventura de la democracia y la política, con diez años cotizados como obrerillo y mozo de almacén, con el panorama que vemos ... he tomado la decisisón de no seguir más su juego.
Veo con tristeza que la democracia es la gran farsa del capitalismo en la que la verdadera opción del votante, del pueblo, es votar o no, poco importa a quien lo hagas porque las cosas están montadas de tal manera que nuestro voto no influye para nada, y por eso y porque creo que la verdadera y única posesión del hombre es su tiempo, no voy a perderlo más, me declaro en abstención per secula seculorum.
No me gusta su juego ni creo en sus razones para participar en él, no me gusta perder el tiempo y mucho menos que me lo hagan perder, sufro las consecuencias de su política y es eso lo que me da el verdadero derecho a criticar y a acordarme de ellos cuando lo considero oportuno; la aprobación del famoso canón digital con la complicidad tanto de IU como de PSOE ha sido la gota que ha colmado el vaso de una paciencia a punto de reventar desde hace meses, ahora sólo queda desear que se metan su juego democrático ahí donde nunca (supuestamente) da el sol, que sean los artistas y demás lobbys los que voten, al fin y al cabo son los únicos beneficiarios de estos últimos cuatro años de "democracia".
Estamos hablando de la convulsa época de la reconversión industrial auspiciada por un gobierno socialista que muchos creíamos (y creemos) traidor a una inmensa y empobrecida clase obrera que de golpe y porrazo se veía en la calle con cuatro perras, hablamos del momento de la primera reforma educativa (la LODE), de las exigencias europeas para entrar a formar parte de su Mercado Común, de los primeros recortes productivos ... de un montón de cosas que veinte años después se convierten en lo que tenemos, para bien o para mal, y eso, en la mente de un muchacho adolescente como yo, inquieto culturalmente, era lógico que calara.
Entré a formar parte de las JCR (Juventudes Comunistas Revolucionarias) en 1986, año en el que tuvieron lugar una serie de revueltas estudiantiles que fueron el germen de lo que hoy se conoce como Sindicato de Estudiantes ... y como buen revolucionario, ahí estaba, en primera linea de combate ... asambleas, mítines, conciencia de clase ... hasta que con mi mayoría de edad recién estrenada, en 1990, me involucré mucho más.
Caía el bloque comunista de Europa del Este, llegaban las televisiones privadas, la Expo y las Olimpíadas ... pequeño descontento que se transformó en gran desastre dos años después, aunque yo ya no estaba personalmente involucrado, sufrí un gran crisis de identidad al darme cuenta de que pesaban mucho más las palabras, los eslóganes, las frases rimbombantes, que la verdadera acción de izquierda (lo mismo que dijera George Orwell cuando escribió de su aventura en la guerra civil), se buscaba el poder interno mediante el discurso y se olvidaba el espíritu revolucionario, así que ... me fui.
Sin embargo, demócrata que soy, he seguido siendo un radical izquierdoso, mi voto siempre ha tenido un color rojo, salvo en las municipales del 2003 que no pude ejercer mi derecho por encontrarme de viaje y no funcionar eso del voto por correo ...
Siempre he creido en la utilidad de mi voto, en que ejercerlo me daba derecho a criticar, derecho moral porque nunca han ganado los míos jejeje, y ahora, veinte años después de mi iniciación en la apasionante aventura de la democracia y la política, con diez años cotizados como obrerillo y mozo de almacén, con el panorama que vemos ... he tomado la decisisón de no seguir más su juego.
Veo con tristeza que la democracia es la gran farsa del capitalismo en la que la verdadera opción del votante, del pueblo, es votar o no, poco importa a quien lo hagas porque las cosas están montadas de tal manera que nuestro voto no influye para nada, y por eso y porque creo que la verdadera y única posesión del hombre es su tiempo, no voy a perderlo más, me declaro en abstención per secula seculorum.
No me gusta su juego ni creo en sus razones para participar en él, no me gusta perder el tiempo y mucho menos que me lo hagan perder, sufro las consecuencias de su política y es eso lo que me da el verdadero derecho a criticar y a acordarme de ellos cuando lo considero oportuno; la aprobación del famoso canón digital con la complicidad tanto de IU como de PSOE ha sido la gota que ha colmado el vaso de una paciencia a punto de reventar desde hace meses, ahora sólo queda desear que se metan su juego democrático ahí donde nunca (supuestamente) da el sol, que sean los artistas y demás lobbys los que voten, al fin y al cabo son los únicos beneficiarios de estos últimos cuatro años de "democracia".
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