Por si alguien, a estas alturas, no se ha enterado, confirmo que ya terminé mis estudios de Técnico Superior en Prevención de Riesgos Profesionales. Hace ya dos meses de ello y al principio, con la ilusión del recién titulado, intuí que mi futuro profesional estaba más que resuelto. A finales de julio entendí que la búsqueda de curro no estaba siendo muy exitosa, y durante este mes de agosto, época horrible para encontrar trabajo de calidad, he decidido tomármelo de descanso y de replanteamiento de objetivos y métodos.
Fruto de este descanso "autoimpuesto" es el tedio del parado, esas interminables horas sin nada que hacer, y que he tenido que ir llenando de tareas más o menos gratificantes o productivas (¿jugar al Age of Empires se considera productivo?), más que nada para evitar que estas semanas de by-pass hagan más daño del que puedo permitirme. Y se acerca ya el momento de cambiar el chip, pero mientras tanto no me voy a meter ninguna prisa; creo haber encontrado soluciones para los problemas planteados, gracias a la ayuda de alguien que sabe, pero eso lo dejaremos para dentro de quince días.
Una de las motivaciones que me llevó a estudiar esto a estas alturas de la vida, fue la falta de defensa de los trabajadores frente a las actitudes hostiles y puramente productivas de los emprearios y como esto afectaba a su seguridad, salud e incluso vida. Y durante este tiempo he aprendido que el principal valedor por la seguridad es uno mismo, temeridades las justas por no decir ninguna, aunque algunos caen en la picaresca nacional, es decir, no hacer nada con el pretexto de "riesgo grave e inminente" ... eso lo analizaremos otro día.
Ayer, cuatro trabajadores de una piscifactoría, fallecieron con ocasión del desempeño de su labor, dentro de una fosa séptica (un espacio confinado). Como siempre, uno tras otro, cae el primero, el segundo se aventura a sacarle (con el agravante de ser padre e hijo), y un tercero y un cuarto. En 1995 se promulgó la Ley de Prevención y desde el 2000 han fallecido 33 personas en estas circunstancias; desde mucho antes se sabe que tales lugares de trabajo son terriblemente peligrosos, no hace falta ninguna Ley que diga que un sitio donde no hay oxígeno en concentración suficiente es muy peligroso, por no decir mortal de necesidad; pero lo que si hace la Ley es obligar al empresario a que:
Pero no sólo hay que lamentar estas cuatro muertes, en lo que va de año más de 400 personas han muerto en accidente laboral, lo cual nos coloca en lugares de vanguardia en esta Europa tan bonita para unas cosas y tan poco atrayente para otras, precisamente las que mejor nos vendrían.
Ahora que nos dan la chapa de una manera tan brutal con la seguridad en la carretera, cosa por otra parte que funciona aunque no al nivel deseado, me gustaría recordar al Gobierno (de turno) su papel en la seguridad por la vida de los trabajadores, sobre todo porque sin contribuyentes se les acaba el chollo, y que se dejen de miserables discusiones estatutarias que no llevan a nada y hagan, de una puta vez, algo bueno:
Incrementar los controles y las sanciones (sin perdón) en todas y cada una de las pequeñas empresas, que tanto se pasan por el forro de sus caprichos la existencia de unas leyes que nadie se encarga de hacer cumplir y que traen como resultado la muerte de cientos de personas.
Fruto de este descanso "autoimpuesto" es el tedio del parado, esas interminables horas sin nada que hacer, y que he tenido que ir llenando de tareas más o menos gratificantes o productivas (¿jugar al Age of Empires se considera productivo?), más que nada para evitar que estas semanas de by-pass hagan más daño del que puedo permitirme. Y se acerca ya el momento de cambiar el chip, pero mientras tanto no me voy a meter ninguna prisa; creo haber encontrado soluciones para los problemas planteados, gracias a la ayuda de alguien que sabe, pero eso lo dejaremos para dentro de quince días.
Una de las motivaciones que me llevó a estudiar esto a estas alturas de la vida, fue la falta de defensa de los trabajadores frente a las actitudes hostiles y puramente productivas de los emprearios y como esto afectaba a su seguridad, salud e incluso vida. Y durante este tiempo he aprendido que el principal valedor por la seguridad es uno mismo, temeridades las justas por no decir ninguna, aunque algunos caen en la picaresca nacional, es decir, no hacer nada con el pretexto de "riesgo grave e inminente" ... eso lo analizaremos otro día.
Ayer, cuatro trabajadores de una piscifactoría, fallecieron con ocasión del desempeño de su labor, dentro de una fosa séptica (un espacio confinado). Como siempre, uno tras otro, cae el primero, el segundo se aventura a sacarle (con el agravante de ser padre e hijo), y un tercero y un cuarto. En 1995 se promulgó la Ley de Prevención y desde el 2000 han fallecido 33 personas en estas circunstancias; desde mucho antes se sabe que tales lugares de trabajo son terriblemente peligrosos, no hace falta ninguna Ley que diga que un sitio donde no hay oxígeno en concentración suficiente es muy peligroso, por no decir mortal de necesidad; pero lo que si hace la Ley es obligar al empresario a que:
- el acceso a estos lugares se haga en las más impolutas condiciones de seguridad,
- los trabajadores que accedan deben estar debidamente autorizados,
- los trabajadores autorizados deben tener la formación e información suficiente sobre los riesgos existentes en ese lugar de trabajo,
- la entrada al lugar debe hacerse siguiendo un procedimiento de trabajo debidamente planificado y realizando los pertinentes simulacros,
- al tratarse de un lugar extremadamente peligroso la presencia de un recurso preventivo debe ser contínua.
Pero no sólo hay que lamentar estas cuatro muertes, en lo que va de año más de 400 personas han muerto en accidente laboral, lo cual nos coloca en lugares de vanguardia en esta Europa tan bonita para unas cosas y tan poco atrayente para otras, precisamente las que mejor nos vendrían.
Ahora que nos dan la chapa de una manera tan brutal con la seguridad en la carretera, cosa por otra parte que funciona aunque no al nivel deseado, me gustaría recordar al Gobierno (de turno) su papel en la seguridad por la vida de los trabajadores, sobre todo porque sin contribuyentes se les acaba el chollo, y que se dejen de miserables discusiones estatutarias que no llevan a nada y hagan, de una puta vez, algo bueno:
Incrementar los controles y las sanciones (sin perdón) en todas y cada una de las pequeñas empresas, que tanto se pasan por el forro de sus caprichos la existencia de unas leyes que nadie se encarga de hacer cumplir y que traen como resultado la muerte de cientos de personas.
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