La psicología define el proceso de la toma de decisiones como un acto dividido en tres partes:
- Una fase predecisoria, el que de manera objetiva se analizan las diferentes opciones de acuerdo con nuestro baremo de valores, necesidades, creencias, etc.
- La decisión propiamente dicha, en la que, después del análisis, se decide por una de las opciones propuestas.
- La fase postdecisoria, en la cual la valoración de la decisión tomada deja de ser racional y objetiva para convertirse en emocional y subjetiva, magnificando las ventajas y minimizando sus defectos.
Todo esto de acuerdo con la teoría de la disonancia cognoscitiva, según la cual tendemos a actuar de manera que nuestros hechos y pasos no nos creen problemas mentales, es decir, que lo que hacemos es un reflejo de lo que pensamos y creemos, de manera que malos rollos los justos.
Esto queda muy bien, una vez más, sobre el papel (estoy leyendo un libro sobre Psicología Social) y trato de encontrarle un enfoque práctico a la vida real; veamos que tal queda:
Poco a poco me encuentro con que los clavos que me sostenían amarrado a esta tierruca se están conviertiendo en brasas calientes que no se pueden agarrar sin riesgo a sufrir quemaduras de consideración, por lo cual, se abren varios caminos alternativos. Las opciones de decisión están ahí y ahora mismo estoy predecidiendo, analizando con calma y objetividad esas opciones, porque no estoy en condiciones de pensar que me he vuelto a equivocar.
Esta, debe ser una de las decisiones más trascendentales de mi vida, y es por ello que el período de decisión está siendo tan grande; la idea surgió hace más de dos años, permaneció en hibernación durante el paréntesis de estudios y ahora ha vuelto con fuerza. Las circunstancias a mi alrededor están dando forma a esta opción, son pequeñas señales que moldean la idea a la cual me he estado negando con fuerza desde que apareció, por romanticismo con esta tierra que me vió nacer, pero, siendo objetivos, las opciones de partir están, ahora, a un 97% sobre las de quedarme.
A la vista, dentro de una semana, tengo el último festival de la temporada, el de Orejo. Éste marca el final de una etapa y el inicio de otra, será entonces cuando la necesidad de decidir y tirar p'alante sea más que palpable, hasta entonces toca seguir sobreviviendo, pero veo el horizonte cada vez más cerca y no parece que sea de color verde y azul.
Al tiempo.
- Una fase predecisoria, el que de manera objetiva se analizan las diferentes opciones de acuerdo con nuestro baremo de valores, necesidades, creencias, etc.
- La decisión propiamente dicha, en la que, después del análisis, se decide por una de las opciones propuestas.
- La fase postdecisoria, en la cual la valoración de la decisión tomada deja de ser racional y objetiva para convertirse en emocional y subjetiva, magnificando las ventajas y minimizando sus defectos.
Todo esto de acuerdo con la teoría de la disonancia cognoscitiva, según la cual tendemos a actuar de manera que nuestros hechos y pasos no nos creen problemas mentales, es decir, que lo que hacemos es un reflejo de lo que pensamos y creemos, de manera que malos rollos los justos.
Esto queda muy bien, una vez más, sobre el papel (estoy leyendo un libro sobre Psicología Social) y trato de encontrarle un enfoque práctico a la vida real; veamos que tal queda:
Poco a poco me encuentro con que los clavos que me sostenían amarrado a esta tierruca se están conviertiendo en brasas calientes que no se pueden agarrar sin riesgo a sufrir quemaduras de consideración, por lo cual, se abren varios caminos alternativos. Las opciones de decisión están ahí y ahora mismo estoy predecidiendo, analizando con calma y objetividad esas opciones, porque no estoy en condiciones de pensar que me he vuelto a equivocar.
Esta, debe ser una de las decisiones más trascendentales de mi vida, y es por ello que el período de decisión está siendo tan grande; la idea surgió hace más de dos años, permaneció en hibernación durante el paréntesis de estudios y ahora ha vuelto con fuerza. Las circunstancias a mi alrededor están dando forma a esta opción, son pequeñas señales que moldean la idea a la cual me he estado negando con fuerza desde que apareció, por romanticismo con esta tierra que me vió nacer, pero, siendo objetivos, las opciones de partir están, ahora, a un 97% sobre las de quedarme.
A la vista, dentro de una semana, tengo el último festival de la temporada, el de Orejo. Éste marca el final de una etapa y el inicio de otra, será entonces cuando la necesidad de decidir y tirar p'alante sea más que palpable, hasta entonces toca seguir sobreviviendo, pero veo el horizonte cada vez más cerca y no parece que sea de color verde y azul.
Al tiempo.
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